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POR HUGO SALVATIERRA
Una de las lecciones que nos ha dejado la pandemia de COVID-19 es que Latinoamérica tiene que invertir, sí o sí, en las carreras relacionadas con Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés).
Esto nos hubiera permitido reaccionar más rápidamente a problemas como el desarrollo de vacunas o fármacos para combatir la enfermedad. Por ejemplo, mientras el biológico de Pfizer llegó a México en diciembre de 2020, el de la cubana Abdala podría hacerlo hasta el segundo trimestre de este año. Por otro lado, la mexicana Patria apenas abrió el registro para voluntarios de su fase 2.
En áreas distintas, la reactivación económica o de la educación hubiera sido más sencilla con una mejor infraestructura en telecomunicaciones o con empresas y escuelas que previamente hubieran invertido en ‘softwares’ para el trabajo remoto o automatizar sus procesos.
Lo cierto es que, con o sin COVID-19, el mundo va hacia las carreras STEM. En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) calcula que, para el año 2030, el 80 por ciento de los empleos serán reemplazados por estas carreras.
En esta línea, para el año 2025, Latinoamérica requerirá 3.5 millones de profesionales especializados en estas disciplinas, de acuerdo con el estudio ‘Talento TI: Competitividad STEM en América Latina’, elaborado por Technology by PageGroup. De hecho, indica que en 2019 los países con mayor número de egresados de estas disciplinas fueron México (219 mil 322), Brasil (212 mil 512) y Colombia (135 mil 627).
De hecho, las necesidades ya están en todos los ámbitos de la economía, desde un campesino que requiere mejorar su cosecha o controlar las plagas con tecnología, hasta una cooperativa de artesanos que apuesta a incursionar en el ‘e-commerce’, un grupo de investigadores que busca la cura para una enfermedad rara o un médico especialista que da consulta por vía remota.
Como vemos, estas habilidades son tan necesarias en las grandes empresas como en las que van comenzando. Es por esto que instituciones públicas y privadas han invertido para llevar estos conocimientos al mundo real, de modo que generen desarrollo económico.
Por ejemplo, en agosto del año pasado, BID Lab y Google lanzaron LAC Women Founders Accelerator, un programa para impulsar ‘startups’ STEM lideradas por mujeres en América Latina y el Caribe.
En este sentido, es vital que todos tengamos acceso a estos conocimientos, tanto hombres como mujeres, lo mismo de grandes ciudades que de lugares apartados, pues de lo contrario crearemos una brecha de desigualdad todavía más grande.
*Columna Póker latinoamericano, publicada en AM Querétaro